Erase una viejecita
Sin nadita que comer
Sino carnes, frutas, dulces,
Tortas, huevos, pan y pez
Bebía caldo, chocolate,
Leche, vino, té y café,
Y la pobre no encontraba
Qué comer ni qué beber.
Me pareció muy simpático escuchar esa expresión de labios de un gran amigo mío haciendo referencia, a el poema mencionado. Pero posteriormente cuando me puse a analizarlo, me di cuenta que lo que el decía era mas común de lo que podía imaginarme.
Si es cierto, es un síndrome. Algunos seres humanos lo sufren; otros lo disfrutan; otros secretamente lo callan en aras de una humildad que no existe; y otros simplemente lo hacen porque son miserables con ellos y con la vida que le fue otorgada. Y tiene su origen en algo que nadie presta atención: El apego: Descrito por el diccionario de la Real academia como esa afición o inclinación hacia una persona o cosa, acompañada de la avaricia que es un afán desordenado de poseer y adquirir riqueza para atesorarlas.
Alguna vez en nuestra vida hemos conocido seres humanos con esas características. Manifiestan que no tienen un solo centavo, cuando en realidad mantienen en los bancos, o debajo de su almohada apolillándose, los billetes que según estos individuos han ganado con mucho esfuerzo.
Son seres que tuvieron una infancia atrofiada por falta del estimulo que da el amor, y la apetencia que surge por falta de merecimiento. Crecieron viendo a sus padres conseguirlo todo a costa de un gran sacrificio. Consideran que la vida no se hizo para ellos, y simplemente tienen la creencia que su paso por la tierra es solamente una existencia materialista, sin tener ningún sentido, ni ningún fin. No reconocen su misión y mucho menos cuestionan su destino. Consideran que no son merecedores de nada, y a pesar de que construyan un hogar o aparentemente una familia viven arrastrando ese recuerdo de pobre autoestima aferrando a lo que ellos consideran es el Dios, en el presente El dinero. Su deseo inmensurable de atesorar más de esos papelitos, los llevan a desproporcionarse emocionalmente y terminan convirtiéndose en avariciosos desmedidos. Pero lo peor es que van arrastrando en esa cadena a los seres que lo rodean convirtiéndolos igualmente en carentes de amor, ya que prolongan su frustrada existencia.
Pueden tener todo en forma material, todo en forma afectiva, pero siempre están criticando, quejándose de la falta de ello.
Si en algún momento hicieran un alto en el camino de la vida, y se preguntaran, si todo lo que atesoran tuviera un destino servicial o simplemente cayeran en la cuenta que no hay entierro con trasteo, entonces podrían cambiar de opinión y hacer mas llevadera su existencia. Simplemente, piensan inconscientemente que están guardando para la vejez, a pesar de que algunos de ellos ya han entrado en esa época, pero siguen atesorando compulsivamente. Se han olvidado y olvidan realmente de vivir. Sobreviven a las circunstancias, y aun más, no se pueden dar el confort de comer alguna buena comida, de conocer otras culturas, ni siquiera ayudan al prójimo, a pesar de que muchos pertenecen a una religión y hacen alarde de ello.
Encontramos en el ramillete de estos individuos, el consuelo como manifestación de que se encuentran en la pobreza absoluta. Solicitan ayuda porque no son capaces de dar, ni siquiera el afecto. Hacen alarde de que se encuentran en situación catastrófica, a pesar de que reciben ingresos por producto de alguna actividad o simplemente porque están pensionados. Muchas veces saben que necesitan ese dinero inclusive para alguna droga, pero no lo utilizan. Su continua quejadera hace de estos seres, unos pobres de espíritu, que en su afán por quedar bien se acompañan de una humildad fingida. Nadie se aparta de la previsión que se realice para los años dorados. Simplemente deben de despertar en conciencia que en este mundo estamos, ya que el ciclo universal no se detiene tarde o temprano la misma avaricia los llevara a sufrir situaciones precarias ya sea de salud, o de vivienda, que terminaran por deteriorar tempranamente su existencia .
Recordémosles, que la vida les fue otorgada, sin pedir nada a cambio. Simplemente que están disfrutando de la misma, para poder aprender de los errores, ya que el destino esta marcado bajo el umbral de la cooperación solidaria con la humanidad, con la naturaleza, y aun mas con su propia existencia, y así poder seguir con el ensayo de la vida. Debemos prestarles atención, ya que son seres pobres de espíritu. Aunque su existencia esta marcada por la perfección de su destino y evolución, debemos ayudarlos, no en la continuidad de su avaricia y miserableza, sino enseñándoles a despertar en conciencia. Involúcremelos emocionalmente en despertar en ellos el Arte de ser persona, para que no vuelvan a llamarse como la pobre viejecita.