La ironía y el sarcasmo, se han caracterizado por ser dardos que van directo al ego de los seres humanos. Molesta cuando no se encuentra preparado el individuo emocional, mental, intelectual y porque no espiritualmente, y cuando no acepta con tolerancia y humildad, los planteamientos emitidos por sus semejantes.
Da risa pensar que uno ha transitado en la vida, empleando alguna vez la ironía. Pero lo peor del caso es que siempre se ha confundido con lo satírico, y lo sarcástico. Nuestra bien llamada autoestima, ha desbalanceado emociones que llevan a una confusión referente a lo que se podrían ser los diferentes significados que empleados en forma desordenada, han ido lesionando poco a poco nuestra personalidad. Desconocemos la diferencia que existe entre la ironía como una figura retorica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice, que en su momento puede ser picaresco, lo sarcástico que ya traspasa los limites de la tolerancia, y respeto, ya que se infiere como una burla sangrienta, mordaz, que se puede utilizar para ofender o maltratar a personas o cosas, y la sátira que lejos se encuentra de pertenecer al estadio de dialogo, ya que es una figura que se expresa mediante verso o prosa para inferir por escrito una burla que se hace.
En todos los casos la tolerancia juega un papel importante ya que se encuentra supeditada al grado de relación con que se traten las personas, bien sea por familiaridad, amistad o convencionalismo económico o laboral.
Ubicándonos en la tolerancia, saltan a flote la capacidad de discernimiento con que tomamos estas determinada situaciones y la utilizamos para sacar provecho de ello, o simplemente para hundirnos en el remolino del sufrimiento. Es doloroso pensar que la tolerancia ha permeado los limites del respeto, confundiéndose lentamente con una tolerancia malsana que raya en el “aguantar” una determinada situación y darle paso a la elasticidad de pensamiento con el cual se permite traspasar las barreras de la paz interior. Hay que tener presente que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar, y muy difícil de explicar.
Cuando nos encontramos con todos estos “ladrillazos mentales”, nos surge un gran dilema: como hacer para poder tolerar sin poder utilizar la ironía o el sarcasmo? Oímos irónicamente, “viva y deje vivir” la que conduce lentamente a la indiferencia de genero. Pero cuando tenemos una emoción alta, que conlleva a una buena autoestima, surge la tolerancia activa que viene a significar solidaridad, sin dejar que se vulnere la actitud; hay que tener en cuenta que del modo que obramos en contra de otros, atenta contra la misma naturaleza que nos rodea, ya que ella misma pide respeto mutuo. Hay que aprender a ayudarnos unos a otros a soportar la carga de una existencia que puede resultar si se quiere penosa pero pasajera. Las pequeñas diversidades de los ropajes que llevamos en esta existencia, las lenguas con las cuales les damos ridículos usos, las insensatas opiniones, no deben ser motivos de odio y de persecución.
Debemos pensar desde ya en la convivencia pacifica, reconocer en los seres humanos, su individualidad, sin dejar de lado que se pueden aceptar con tolerancia, pero sin entrar en el conflicto interior de permitir elásticamente que se pisotee un derecho ya adquirido como es el de la dignidad de ser persona y entrar a aguantar bajo “la virtud” de una tolerancia pasiva o malsana, o todo en aras del amor.
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